No entiendo el motivo por el cuál debemos vivir tanto. Mi abuela tiene más de ochenta años, yo unos veititantos y estoy desesperada por partir. Serán mis circunstancias, tal vez, pero es inevitable desearlo y pedir, un deseo cada cumpleaños: " que sea el último".
Corro más rápido que la vida y mi mente teme. Me gusta sentir confianza, para hablar, para sentir, para ser yo. Vuelvo a vivir pero vuelvo a ocultarme y retraigo los encantos de divulgar la esencia de la dialéctica. El color de la piel se impregna de negros, los ojos se deben cegar. La vida debe de terminar pronto.
Hablo de cigarros y de mi huida. Te dejé, y dejaré a mucha gente más. Ellos vivirán, yo pararé. Dejaré la estación del tren para viajar más lejos. La hora y las manecillas son irreales, iré a misa para pedir perdón e ir a cielo de visita. Me declararé asexual y pretenderé ser un ángel para ocultar la bondad de mi alma humana.
No llorarán, no me importa en realidad lo hecho por la gente. Es suficiente, pediré un deseo más y esperaré a su cumplimiento. Celofán cúbreme y ese cielo nublado déjalo caer sobre mi. Bajan las nubes, la noche anuncia la llegada y cerraré los ojos para imaginar lo que seguramente no sucederá la noche de hoy.
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