miércoles, 1 de octubre de 2008

Un día, y así era yo. Los rizos llamaban más la atención de lo acostumbrado. Ella los tocaba a diario y me sonreía. En un idioma distinto me cuestionaba sobre su naturalidad. Yo sólo sonreía. Esa sonrisa era más libre, yo era más libre. Ahí, en ese lugar nadie me conocía y por algunos años no sabrían de mi. No me ocultaba, lanzaba miradas, lanzaba sentimientos e invadía ese mundo sin importar la realidad. 

Mi físico rompía los esquemas de normalidad. No podía encontrar a alguien parecido a mi. Mi cabello se convertía en lo más característico  de mi persona. Mi sonrisa era mi arma para romper cualquier barrera. Me observaban, me sonreían y al siguiente instante me invitaban a tomar ideas, incrustar palabras y amenizar su vida.

No me sentía invadida, era yo quien irrumpía en ese contexto social. Era, no se que era pero era algo que no soy aquí. Desde mi nombre comenzaban las preguntas, con mi nacionalidad se desprendían historias y con mis palabras se abrían oídos atentos a escuchar lo que el ser extraño profesaba en tierra ajena. 

Y así la historia se fue construyendo hasta llegar a ese Markplatz, ese lugar fue determinante. Mi libertad dejaba las utopías para gritarme: aquí estoy , víveme. Y así fue, así fue esa historia cuando fui libre.... 


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