sábado, 12 de marzo de 2011

He perdido la costumbre de deleitarme con sus ojos. He olvidado recordar la inocencia en cada acción para acercarse un poco más a mi. He dejado en otra memoria la sensación de robar un primer beso en medio de un atardecer gris, entendiendo y dejando de entender. He olvidado la confianza de mi corazón al aceptar conjugar el verbo amar a su lado.

Hoy me detengo,me veo obligada a cerrar mis ojos y sentir. No se trata de verdades o mentiras, no se trata de fuerza ni de deseos, se trata de humildad y de paciencia para lograr emancipar mis sentimientos.

Recuerdos, son útiles en su ausencia. Es ahí dónde las palabras toman un impacto real, vuelvo a ver sus labios y lentamente las palabras se desprenden para escuchar lo que duele y lo que daña. Se vuelve tan fácil amar y dejar de amar, ser el compañero o ser el enemigo. Entre el odio y el amor sí existe sólo un paso, sólo un desliz, sólo unos minutos.

Un sentimiento no puede contener su opuesto en sí mismo. Es imposible tener en una misma definición dos contrarios y mucho menos es posible contenerlos en el alma peleando entre ellos por una misma persona.

Un día se escribe el final y al siguiente volvemos a empezar. Olvidar es el arma ideal para seguir sus pasos, cierro la puerta y pierdo la llave, olvido cada herida en mi piel y en mi psique. Pido leer el futuro y saber el momento exacto de la despedida o ese punto en el cuál el viento deja se soplar y las hojas permanecen fieles a la estabilidad.

El Universo debe estar cansado de escuchar, entre pedir un Adiós y pedir su Amor. Hoy no dejo nada en mis manos, la dejo ser quién desee ser, me dejo a mi convertirme en quién deseo ser y al amor lo dejo decidir si desea quedarse a vivir o se dejará morir para renacer en unos labios distintos.




Mi decisión será disfrutar del cielo, volver a sentarme bajo su ventana, pedir un eclipse de Luna y volver esa conjugación de elementos mi perfección y la suya.


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