domingo, 3 de febrero de 2008

Ninakupenda...

Ninakupenda kipePeo....

Me encontré una pequeña mariposa, pintando las flores de colores pastel. Lentamente vio mi mano... iluminada por un pequeño y singular arcoiris. Se detuvo y miro con sus pequeños y lindos ojos los míos. Yo no dije nada, deje que el arcoiris hablará por mi. La invite a volar por la selva, nos cobijamos en el calor de la vida. Las palabras comenzarón a fluir como el río Nilo a través del Sahara. Me detenia y comenzabas, te detenías y comenzaba. No encontrabamos el final de la historia que comenzaba escribirse. Intuitivamente seguiamos un camino muerto de tierra roja, de tierra fertil. Un oasis se asomaba y nos invita a sumergirnos en la confusión para saciar nuestra sed de realidad. El desierto se aproximaba, nos deteniamos dudando si debiamos cruzar el Sahel. El paisaje era hermoso, no había más. Sólo aire cálido, tu y yo, además de la inmensidad de un mundo virgen. Brazaville nos esperaba, te esperaba. Debía cumplir tu sueño, tenía la necesidad de verte sonreir y de iluminar tu mirada como aquella primera vez que te ví. Nos detuvimos, era tiempo de descanzar ante la bella Luna congoleña. Una taza de café etiope nos invitaba al amor de una manera paralela al universo mexicano. Las estrellas nos vigilaban, ojos se asomaban intentando decifrar nuestro comportamiento (-)umano. Nuestra piel comenzaba a impre-narse del color de la selva. Nos encontrabamos en la re-ion Bantu, donde era valido decirte ninakupenda kipepeo. La re-ion nos entendia, entendian lo que sucedia: tu y yo. Ninakupenda kipepeo, solo asi....solo tu y yo en mi sueño africano.

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