viernes, 29 de enero de 2010

noche de uno.

Tres cigarros y un beso...
Hace mucho no sabía tan bien llegar a casa. No fue una noche fácil, se derritió en palabras, estorbos e intención de parar.
Hoy solo transcurrió el tiempo, él se paro y se sentó a mi lado para decirme cómo había cambiado la vida. No vuelvo a decir: no. Estaré esperando en el auto mientras tú bajas y recoges a alguien elegido aleatoriamente. Por ahora, no fue el final esperado. Te dejé, ella se quedó y preferí tomar una ruta distinta a la de tus brazos. Necesito fotografiarte.

Dejé un poco de dinero en la bolsa de tu chamarra, se que lo necesitarás. Seguro mientras las letras parpadean tus ojos se asombran de mi ausencia. Te deje con la cuenta y un plato de roto de aquella. No acepte la responsabilidad hoy. Tú una vez también me dejaste, hoy fue esa noche no de venganza sólo de casualidad. No pude verte a los ojos, vi tu busto, tus nalgas, tu cuerpo, te vi como objeto. Sentí el peligro y no lo repetiré.

Ya te tuve, una y otra vez. Me tuviste, también. El cielo no será rojo, no quiero ver el amanecer de nuevo contigo. Antes era distinto, me gustaban tus aventuras, hoy por más noche bohemia sigue habiendo vacío. Ese vacío del cuál hablamos mientras el corcho se desprende de la botella, la libertad de los labios y nuestra nula intelectualidad de banalidad.

Me agradas, pero hoy no. Hoy no pude quedarme y ver tus ojos a las seis de la mañana para regresar a casa, dejar mi ropa y cambiarla por una nueva. Sólo respiró. Me gusta mi cama y lo repite, nunca sentí tanto placer de llegar a dormir sola, en mi propia cama.

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